

Juan Carlos Zambrano
Sábado, 2 de abril 2016, 08:55
Acaba de cumplir 53 años y también acaba de clausurar una exposición con su pintura en la antigua Casa de Correos. Pero Juan Gregorio Macarro, admirado como ejemplo de superación, no está ocioso: prepara otra exposición, un segundo libro, ensaya con el coro del Hogar de Mayores, no deja el teatro Se puede decir que nació dos veces: una, en la fecha que consta en su DNI y otra con el nuevo siglo, cuando rompió su burbuja de soledad y descubrió su faceta de actor y además pudo dar rienda suelta a su interés por el arte.
-¿De dónde le viene su afición por la pintura?
-La tengo de siempre. En la escuela ya pintaba, en clase de Manuel González, y se me daba bien. Luego también me ayudó Juan González, con el que me iba a pintar a la báscula, pero yo quería saber más, la técnica, las sombras, las mezclas de colores, y nadie tenía tiempo para enseñarme.
-¿Cómo lo consiguió?
-Fue a raíz de que con el aniversario de Zurbarán (en 1998) se crease la Escuela de Pintura. Ahí fue donde de verdad empecé a conocer más y a poder pintar cuadros, con lo que me enseñó José Antonio de Castro.
-¿En qué se inspira?
-Lo que pinto son sobre todo paisajes y bodegones. Cojo un modelo de cualquier sitio y luego yo hago mis propias composiciones.
-Al margen de su faceta de pintor, está la de escritor, con un libro publicado Del pasado al futuro en un buen presente donde cuenta sus vivencias desde la niñez, ¿cómo recuerda esa época de niño?
-Era muy tímido, extremadamente tímido, y eso me hizo muy solitario. En la escuela, en los recreos, no participaba en los juegos ni hacía amistades. Cuando llegaba de clase me encerraba en casa y si salía era con mis padres.
-¿Y cuando terminó la escuela?
-Salí con 14 años, y eso fue lo peor. Entonces me encerré del todo. Recuerdo que crearon la Asociación de Minusválidos y mis padres se apuntaron. La directora venía a casa para que fuera a las actividades, que entonces eran en Zafra, y yo me negaba.
-Pero al final salió.
-Nunca fui a Zafra. Lo que ocurre es que años después, a finales de los 80, montaron los invernaderos en las Huertas del Hospital y vinieron a dar cursos de floristería y empecé a ir. Ahí hice algunos amigos, incluso salí en algún carnaval. Ese fue el primer paso.
-¿Y de ahí al teatro, la escritura, la música, la pintura?
-No, no fue todo tan seguido. Como he dicho, hice algún amigo en los invernaderos pero poco más. El salto fue años después. Un día, sería finales de 1999 o principios de 2000, escuché a una mujer de las que limpiaban donde teníamos los cursos que Isidro Leyva estaba buscando gente para la obra Pinceladas de Zurbarán y que había una reunión. No sé qué impulso me dio y dije: pues yo me apunto. Fui sin conocer a nadie, pese a que todos eran del pueblo. Ahí empezó todo, verme a mí, con lo tímido y solitario que era, sobre un escenario, me cambió por completo.
-¿Y luego?
-Luego seguí en el teatro, y con las clases de pintura. Además, un día se me ocurrió escribir un libro con mis vivencias, ilustrado con fotos de entonces y que vinculase mis recuerdos a la historia de mi pueblo en esos mismos años, y me puse a ello.
-¿Qué proyectos tiene ahora?
-Por un lado, intentar seguir haciendo todo lo que estoy haciendo. Por otro, acabo de terminar (está pendiente de corrección) el segundo libro Entre mis recuerdos, con las canciones que han marcado mi vida. Es un homenaje a mi hermana Josefa, que murió hace 20 años. Ella estaba casi ciega, y no podía ver la televisión, así que se pasaba el día pegada a la radio escuchando música. Como yo no salía, me sentaba con ella, y así fui acumulando experiencias de mi vida donde cada momento está relacionado con una canción, espero tenerlo publicado el próximo año.
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