Juan Carlos Zambrano
Viernes, 2 de septiembre 2016, 10:43
Acaba de cumplir 62 años, y lleva más de medio siglo 'arreglando las cabezas' de los fuentecanteños y también de vecinos de otras localidades. De su padre y su hermano aprendió el oficio, aunque no sabe si tendrá continuidad en su hijo. Quienes acuden a su peluquería lo hacen atraídos tanto por la paciencia y esmero que pone en su labor, como por su humor socarrón, también herencia familiar. El local mantiene el sabor de la antigua barbería, incluidos los centenarios sillones
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-¿De dónde le viene lo de 'Perche'?
-Lo heredé de mi padre. Él era de Valencia del Ventoso y cuando era niño se fue a trabajar a una peluquería de Zafra, pero el dueño murió al poco y quedó sin trabajo. Se enteró que aquí 'Juanito el barbero' necesitaba aprendices, y se vino con 14 años. En Fuente de Cantos había un tal 'Chimenea' muy dado a poner mote a todo el mundo, y como mi padre era bajito y muy ancho de espaldas, le puso 'Percherón', que luego quedó en 'Perche'.
-¿Cuándo empezó a trabajar en esto?
-Tendría como 11 años. Cuando acababa en la escuela del Rincón, dejaba la cartera en casa y me iba a la barbería con mi padre a ayudar hasta que cerraba. Así aprendí, de él y de mi hermano, que luego lo dejó y se colocó en Telefónica.
-¿Pensó alguna vez en dedicarse a otra cosa?
-No, lo que sí lamento es no haber abarcado más, no haber aprendido a hacer peluquería de señoras. Pero, claro, entonces no había cursos de fin de semana y yo no podía dejar de trabajar para irme a aprender.
-¿Qué es lo más raro que le piden?
-Eso de los dibujitos en la cabeza.
-Cosas de las nuevas modas, ¿no?
-No, no, qué va. Eso está todo inventado. Mire, la primera cresta que se hizo en el pueblo se la hice hace más de 30 años a Manolo 'el de las revistas'. Era un sábado y se casaba su primo Dimas. Le hice la cresta y una cola atrás, y cuando salió a la plaza, que estaba llena de gente, fue la atracción del pueblo.
-¿Y los dibujitos?
-También. Hace muchos años me vino un interno del colegio y me dijo que le hiciera un dibujo de una pared de bloques. Yo le advertí de que al Padre Peral no le iba a gustar, pero él dijo que daba igual. No volví a verlo nunca por aquí. También otros que venían y me pedían que les hiciese un número o unas rayas, y luego llegaban al colegio, y para atrás, venían a que se lo borrase, así que, a rapar. En cuanto a lo de ahora, raparse el lateral y dejarse el flequillo alto, ya se veía en las películas de Joselito, aunque no tan exagerado, no con tanto escalón.
-¿Entonces está todo inventado?
-Ya le digo, las modas se repiten cada cierto tiempo, no hay nada nuevo, todo vuelve.
-Cuando usted se retire, ¿seguirá la tradición de este oficio familiar?
-No lo sé, mi hijo sabe el oficio mejor que yo, pero la peluquería no da para dos, así que está en otras cosas, de momento. Luego ya se verá, a ver cómo acabo yo estos tres años que me quedan, aunque, de momento, y como suele decirse: de comer, bien; de beber, bien, y de lo otro, ni hablamos.
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-¿Y cómo se ve tras la jubilación?
-Lo mismo pongo un huerto, que no he tenido nunca y he visto que lo hacen muchos. O a lo mejor recorro los pueblos participando en concursos de trincayas y caldereta.
-¿Se sigue yendo a las casa a afeitar?
-Soy el único que lo hace, porque el 90% de los peluqueros no sabe afeitar a cuchilla. Tengo tres clientes todos los sábados, personas mayores que están impedidas.
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-¿Y cómo ve el oficio?
-Mal. Hay muchísima competencia, y eso no es malo. Lo malo es que muchos no están dados de alta, no pagan nada, y, claro, así pueden pelar por tres euros, lo que nos perjudica a los que estamos legales. También hay ya mucha gente que tiene maquinilla en casa y se arreglan solos.
-Heredó oficio y apodo, ¿también los clientes?
-En su mayoría sí. Además, los hijos de los que acudían a la peluquería de mi padre también acuden ahora a la mía en gran medida.
-¿Ahora hay más calvos, como se dice?
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-No lo sé. Lo que sí sé es que muchos chavales se echan toda clase de potingues, muy fuertes, como gominas y tal, y eso les quema el pelo, así que seguramente sí que haya más calvos, y para mi menos trabajo.
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