Cada vez menos niños en la 'merendita' para acompañar a los difuntos en ese día
La tasa de moralidad se mantiene, mientras que la de natalidad ha caído a la mitad
Juan Carlos Zambrano
Sábado, 29 de octubre 2016, 10:54
En primavera comenzaban a ocuparse los nuevos nichos prefabricados colocados en la parte izquierda. El ritmo de ocupación de estas sepulturas ha dado pie a pensar que la cifra de defunciones está incrementándose, y hay quien atribuye a esta circunstancia parte de la culpa de la caída de población. Los datos no parecen respaldar esta impresión.
¿Y qué muestran los datos? Pues que la tasa de fallecimientos se ha mantenido en los últimos años más o menos estable, entre el diez y el doce por mil. Así, en 1998 fueron 61 los fallecidos, cinco años después, 62; en 2008 fueron 58, y en 2013, un total de 52.
¿Qué ha ocurrido entonces, al margen de la marcha de inmigrantes debido a la crisis, si bien su número en la localidad nunca llegó a ser significativo? Porque algo habrá pasado para que en 1998 Fuente de Cantos contase con 5.045 habitantes y ahora tenga un centenar menos, según el último padrón oficial.
La explicación parece estar justo en lo contrario, no en el número de muertes sino en el de nacimientos. Aquí sí que hay una diferencia relevante. Un estudio realizado sobre los tres lustros que van de 1998 a 2013 lo muestra de manera palmaria.
Así, en 1998 nacieron en Fuente de Cantos 58 niños, lo que supuso una tasa de natalidad del 11,5 por mil. Cinco años después eran bastantes menos, 47 los nacidos, y la tasa caía por debajo del 10 por mil. Se mantuvo estable en el periodo siguiente, ya que en 2008 se repetía con 47 nacimientos y tasa similar. Sin embargo, el declive ya es innegable: en 2013 apenas nacieron 30 niños, y la tasa de nacidos no llegó al 6 por mil.
Otro dato que apuntala esta visión es que en 1998 había 307 personas viviendo en Fuente de Cantos cuya edad no llegaba a los 4 años. Año tras año este número ha descendido, de manera que según el último padrón disponible, el de 2015, ahora solo hay 195 menores de tres años en la localidad.
De manera que de mantenerse la tradición de la merendita los fallecidos verían con tristeza como cada vez eran menos los niños que acudían a acompañarles en ese día en la vecina era del cementerio, al otro lado de la carretera.
Era costumbre que un tropel de chiquillería ocupase este espacio habitualmente silencioso y pasasen el día comiendo nueces, castañas, casamientos (higos pasos en los que se introducía el fruto de una nuez) o roscas de pan, de las que habían sido provistos por abuelos y padrinos.
Dice la tradición que el lugar escogido y el permitir carreras, gritos y algarabía tan cerca del camposanto tenía como objetivo que una vez al año los muertos pudiesen contemplar cómo su sangre tenía continuidad en la alegría de los menores.
Hoy ya no es así. Nadie acude a esa era, y nueces y castañas están casi sustituidas por completo por otras chucherías, caramelos y chocolatinas.
Hoy la gente se marcha al campo tras rendir visita obligada al cementerio. Se llega en coche, se aguanta el atasco, se colocan las flores y se marcha.
Quizá será mejor así, y que los muertos no vean cómo cada vez son menos los que dan continuidad a la saga familiar, si es que existe alguno.
También ahora se van imponiendo poco a poco otras formas de celebración, como la conocida de Halloween. Cada año escuchamos a mucha gente renegar de esta moda importada de Estados Unidos y que nada tiene que ver con nuestras tradiciones.
Pero, como quedó patente en el artículo publicado en HOY FUENTE DE CANTOS hace ahora un año, quizá se equivoquen. Quizá Halloween sea una tradición nuestra, que decayó y fue exportada a Estados Unidos y ahora reimportada. Porque, ¿qué diferencia hay entre las calabazas de Halloween y los melones pequeños que aquí hasta hace poco se vaciaban y se colocaba una vela dentro, después de troquelar ojos y boca?
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