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Cuatro años de sequía

Cuatro años de sequía

Las precipitaciones, además de escasas, han sido muy irregulares y la lluvia cayó en forma de tromba, lo que no alivia la situación

j. c. z.

Martes, 5 de diciembre 2017, 12:58

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Corría el año 1983 cuando el diario El País titulaba en un reportaje Salvatierra de Santiago y Fuente de cantos, la costumbre de vivir bajo la ley seca. Se daba cuenta ahí de que la sequía marcaba que los fuentecanteños llevaban tres años abastecidos por camiones cisterna, lo que permitía a los vecinos de disponer (si tenían suerte) de dos horas diarias de agua. En muchos casos ni eso, ya que el agua entraba con tan poca fuerza que había casas a las que no llegaba.

Además, se auguraba un futuro aún más negro: el reportaje se realizó en febrero, y se explicaba que cuando llegase el verano la situación sería mucho peor, al agotarse los pozos y duplicarse la población por la afluencia de emigrantes. Afortunadamente, la construcción del pantano de Tentudía acabó con este panorama años después.

Pero hoy, sin llegar a esa situación extrema, sí que se puede hablar de un problema derivado de la prolongada falta de lluvias. El referido pantano está ahora al 40% de capacidad, apenas dos hectómetros cúbicos, cuando la media anual para esta época es del 68%.

Los registros más fiables hablan de que la sequía no es un evento puntual, sino que llevamos al menos cuatro años con precipitaciones por debajo de lo normal. En un año hidrológico típico, la precipitación acumulada ronda los 600 litros por metro cuadrado. Esta cantidad no se alcanza ni de lejos en el periodo 2014-2017.

Estos datos indican que en 2014 no se llegó a los 400 litros, mientras en 2015 apenas se recogieron 242 litros, que pasaron a 357 en 2016 y, en lo que va de 2017, estamos en menos de 260 litros. Es decir, un déficit hídrico acumulado de 1.200 litros por metro cuadrado. En otras palabras, ha llovido la mitad de lo normal.

Pero el problema se agrava si atendemos a cómo se han repartido las lluvias. En un año normal éstas caen sobre todo en los periodos enero-abril y octubre-diciembre, y repartidas a lo largo de los días. Sin embargo estos últimos años no ha ocurrido así. Por ejemplo, en 2014 septiembre y noviembre acumularon casi la mitad de agua de todo el año, pero en esos meses solo llovió cinco días, eso sí, de manera torrencial. Otro tanto ocurrió en 2016: apenas llovió durante todo el año, pero en la segunda semana de abril y mayo, y durante una tormenta el 7 de julio, se sumó el 60% del registro total del año.

¿Y qué decir de este año? Durante los primeros meses la lluvia cayó en mucha menor cantidad de lo que es normal, sin llegar siquiera a la mitad de la media. A partir de ahí, del mes de mayo, se puede decir que las nubes desaparecieron del cielo fuentecanteño.

Solo un dato, en los últimos 205 días (entre el 1 de mayo y el 22 de noviembre) la localidad solo ha visto caer agua del cielo en siete ocasiones. Eso sí, un hecho distorsiona la medida anual, aunque ni se aproxima de lejos a un registro normal: en un solo día, se puede decir que en dos horas, el pasado 17 de octubre cayeron más de 51 litros por metro cuadrado. Quiere esto decir, que sin esa tromba de agua, que más que aliviar provocó más daño, en Fuente de Cantos este año estaría lloviendo la tercera parte de lo que sería normal.

Para colmo, la situación no tiene visos de cambiar a medio plazo. Según los modelos de predicción a un mes vista, en estos días podrá caer algo de lluvia, aunque en pequeña cantidad. Sin embargo, después, y salvo quizá el 9 de diciembre, el año se despedirá de secano.

Habrá que esperar a los Reyes Magos, con todas las prevenciones que hay en una predicción a este plazo, para que vuelva la lluvia, no muy abundante, eso sí, pero que aliviará algo enero. Esta situación, de lluvias ocasionales y no muy abundantes, se repetiría en febrero.

Para una localidad como ésta, cuya economía se sustenta fundamentalmente en el sector agroganadero, el impacto de una falta de lluvias tan prolongada es brutal, y eso que es un fenómeno al que casi se está habituado, y que se repite cíclicamente (solo hay que recordar lo ocurrido a principios de los 90 o en los primeros años de este siglo, por no ir más lejos).

Para los agricultores, la falta de agua y la previsión de que a medio plazo siga sin llover supone arriesgarse a sembrar sin garantías, con el riesgo de que la semilla se eche a perder sin germinar apenas. Para los ganaderos, la sequía se traduce en un notable incremento de costes, por suplementos a la alimentación de los animales ante la falta de pastos, que no podrán repercutir en el precio final. A este coste se suma, por otro lado, el derivado de buscar agua con que abrevar a los animales, puesto que muchos delos pozos de los que se surten las explotaciones están al límite.

Por lo que se refiere a la población en general, de momento no se han anunciado restricciones de agua, aunque dado el nivel del pantano y las previsiones a medio plazo no sería descabellado pensar que más pronto que tarde tendrán que tomarse medidas.

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